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Sin pelos en la lengua

“La crisis catalana está interpelando la resistencia del régimen del 78”

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Por: JUAN LOSA @jotalosa/Público España

Han pasado 20 años desde que aquel joven de voz recia se convirtiera en uno de los principales cantautores de nuestro país. Su canción Papá cuéntame otra vez marcó el inicio de una carrera que ahora repasa en 20 años. Hoy es Siempre.  Una trayectoria fiel a unos principios de izquierda y a un compromiso con su tiempo. El procés, la nueva política, los sinsabores de la Transición y su pacto con el olvido, pasando por la eterna estigmatización del cantautor, Ismael Serrano no rehuye un solo tema.

20 años de carrera… Se dice pronto, ¿qué es lo que te motiva para seguir en la brecha?

La música sigue siendo esa terapia que me ayuda a convivir con mis miedos y dudas. Me ha permitido, por ejemplo, sobrellevar el pavor que le tengo a la soledad y a la fugacidad de las cosas. Por otra parte, mi carrera ha seguido una trayectoria muy natural, no hay un disco de ruptura o quiebre, sí he tenido, en cambio, alguna que otra crisis personal…

¿Qué ocurrió?

Sucedió que empecé a plantearme por qué razón me seguía subiendo al escenario. Me preguntaba si lo hacía por una necesidad personal o me había convertido en rehén de una agenda impuesta.

El éxito…

Hay un dicho que dice que es malo el que no se recupera de un fracaso, pero es peor el que no se recupera de un éxito. Supongo que yo trataba de relativizar qué es el éxito, si se trata de tener cada vez más seguidores y más oyentes o, por el contrario, es una cuestión de construir tu camino poco a poco.

Entiendo que llegaste pronto a la conclusión…

Sí, aunque si te soy sincero todavía hoy me sorprende hasta qué punto la industria musical resulta exigente. Tengo 43 años, me estoy haciendo mayor y en un panorama musical como el nuestro el viejo que se sigue dedicando a la música es caricaturizado. Esto no sucede en el mundo anglosajón; gente como Leonard Cohen, Franco Battiato o Aznavour siguen concitando el interés de los medios y el respeto del público, aquí en cambio con el paso del tiempo la maquinaria los convierte en una caricatura.

De modo que al estigma de cantautor hay que sumar también el de veterano

Sí, hay un prejuicio indudable con respecto a los cantautores porque se ha impuesto una estética musical que tiene que ver con el escapismo y la evasión y no tanto con la reflexión. Esto responde a una estrategia de despojarnos de cualquier lucha política y en ocasiones también de caricaturizarla. Se presenta así al cantautor como una antigualla andante, llegando a un punto tan absurdo de que si tienes como referentes a Paco Ibañez, Pablo Guerrero o Luis Eduardo Aute eres un anacronismo, pero si tienes como referente a Leonard Cohen, Bob Dylan o Joni Mitchell eres un tío cool que está en la onda.

¿No habrá algo también de voluntad de olvido de lo que fuimos?

 

Hubo un pacto de olvido, sin duda. La Transición y la Movida simbolizaron ese mirar hacia otro lado, había que olvidar todo lo que supuso la dictadura, pero también y al mismo tiempo la resistencia que se llevó a cabo. Esa estrategia terminó por relegar a los cantautores al olvido.

¿No crees que a través de los cantautores se está impugnando también a una generación que pasó por el aro de la Transición?

Por supuesto, algunos asumieron el pacto de la Transición como algo ineludible. En ese sentido, mi canción Papá cuéntame otra vez es precisamente un reproche y va dirigido a toda esa gente que asumió que debía ser así, que no se podía cuestionar y vivía instalado en la nostalgia. Se trataba de justificar ciertas renuncias como algo ineludible, imposible de sortear.

¿Y qué le reprocharías a tu generación?

Pues que no fuimos capaces de crear un relato, pero sí creo que hay ahora una generación de gente muy joven que sí quiere asumir el protagonismo que le corresponde y que nosotros no supimos asumir. Están surgiendo nuevos liderazgos políticos sobre todo a raíz del 15M movidos por una situación de emergencia en la que por primera vez en mucho tiempo todos nos sentíamos interpelados de forma directa.

¿Y cómo llevas el desencanto con la llamada ‘nueva política’?

Creo que los cambios en la construcción de ese relato no es algo que se haga de la noche a la mañana y creo también que es una onda que se modula y que tiene sus momentos de expansión y contracción. Seguiremos en un escenario así hasta que se produzca un cambio generacional. En todo caso, la crisis catalana está revelando hasta qué punto la resistencia del régimen del 78 está siendo interpelada.

Es como cuando a los simpatizantes de Izquierda Unida la derecha nos veía como gente combativa y cargada de una ingenuidad infantil. Pero en ningún momento suponíamos un peligro para el sistema. Más tarde fue curioso cómo esa misma derecha rancia empezó a preocuparse por el futuro de Izquierda Unida cuando se vinculó a Podemos. Ahora estos últimos se han convertido en los comunistas que parecen plantear discursos ya superados. Digamos que con Catalunya ha pasado algo parecido, puedes ser independentista mientras esto no suponga un problema para el régimen.

¿Qué opinión tienes sobre la cuestión catalana?

Creo que ese anhelo de cambio hoy por hoy es rehén de unos intereses políticos que poco tienen que ver con los ideales genuinos de independencia. Creo que dicho anhelo se utiliza para cubrir las propias vergüenzas para eludir las agendas que a mí me parecen más urgentes independientemente de que yo piense que la cuestión catalana tiene que tener una solución política. Entiendo importante respetar el hecho de que hay un pueblo que quiere su propio Estado y que tiene derecho a votar.

Pero por otra parte no puedo olvidar que muchos de los que comandan hoy día el procés soberanista hasta hace muy poco tenían que llegar e irse en helicóptero del Parlament.

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