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Sin pelos en la lengua

Intentan resolver los misterios de Mata Hari

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POR NINA SIEGAL/NEW YORK TIMES

 

 

LEEUWARDEN, Países Bajos — En diciembre de 1915, Margaretha Zelle, la mujer a la que todo el mundo conoce como la bailarina exótica Mata Hari, viajaba en barco tras estar con uno de sus amantes en París para verse con otro en La Haya. Al símbolo sexual se le conocía por sus provocativas rutinas. Algunas veces, solía decir a la gente que era una princesa javanesa o la hija de una bailarina de un templo indio, sólo en raras ocasiones revelaba que era holandesa.

Era la época de la Primera Guerra Mundial y su ruta la llevó a través de aguas británicas, donde las autoridades detuvieron al barco para cuestionar a los que iban a bordo. No se había encontrado nada contra Zelle, pero los funcionarios señalaron que era una “mujer de tipo audaz que no está libre de sospecha”.

Una copia del reporte fue enviada al servicio secreto francés. Un oficial de inteligencia militar, George Ladoux, vio el reporte y la reclutó para que trabajara para la inteligencia francesa, seguro de que era una agente doble para los alemanes.

A principios de 1917, Ladoux arrestó e interrogó a Zelle, y obtuvo lo que él tomó como una confesión: admitió aceptar dinero de los alemanes, aunque negó haberles suministrado alguna vez espionaje útil. El 14 de octubre, Mata Hari fue ejecutada por un pelotón de fusilamiento.

Los reportes de la prensa describieron que se negó a que le vendaran los ojos y lanzó besos a los fusileros.

Ahora, 100 años después, los archivos franceses de su interrogatorio y juicio han sido abiertos al público y su vida es replanteada y conmemorada en Países Bajos, nación que intentó dejar atrás a los 19 años. El Museo de Frisia, en Leeuwarden, ha montado una exposición sobre su vida, el Ballet Nacional Holandés en Ámsterdam ha vuelto a poner en escena el ballet contemporáneo “Mata Hari” y una obra teatral sobre su vida está de gira.

Zelle a menudo se presentaba como otra persona de otro lugar, y sus compatriotas han tenido una relación incómoda con su imagen pública.

“Casi todo el mundo aquí sabía que se hizo famosa por la danza exótica, y aquí a la gente no le gustaba eso”, dijo Klaas Zandberg, coordinador del Centro Histórico de Leeuwarden, un archivo en la Ciudad en la que nació Zelle en 1876 y donde vivió hasta los 18 años.

Aunque pasó su infancia en un hogar próspero, su padre, un comerciante de sombreros y especulador, perdió todo su dinero cuando ella tenía 14 años. Sus padres se divorciaron, su madre murió y su padre la dejó con unos parientes. A los 18 años, se casó con un capitán del Ejército colonial holandés, de 39 años.

Rudolph MacLeod, el esposo de Zelle, la llevó con él a las Indias Orientales Neerlandesas (actualmente Indonesia), donde aprendió algo de danza javanesa y tuvo dos hijos. Su hijo murió a los 3 años, posiblemente debido a que una niñera lo envenenó con mercurio. La pareja se divorció; cuando su esposo se negó a pagar manutención, dejó a su hija con él y encontró formas de mantenerse a sí misma.

En 1903, se mudó a París, donde tuvo lugar el sensacional estreno de Mata Hari ante socialités adinerados en el Musée Guime.

Ahora, dijo Hans Groeneweg, curador de la exposición en el museo, hay una “imagen más grande y amplia” de la mujer conocida como Mata Hari —mujer fatal, mujer deshonrada, descarada agente doble. Pero los documentos de los archivos franceses no han llenado todas las lagunas, señaló.

“En cierta forma, quizá debemos sentirnos contentos de no conocer la historia completa”, añadió Groeneweg. “Algo del mito debe ser preservado”.

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