En las últimas semanas se anunciaron al menos dos desarrollos robóticos sumamente sorprendentes.
Por un lado, a finales de octubre, se dio a conocer a “Sophia”, quizá el robot más antropomórfico construido hasta hoy que, además, llegó acompañado de una estrategia publicitaria de alto impacto: se trata también del primer robot en la historia en recibir la ciudadanía de un país, en su caso Arabia Saudita, cuyo gobierno lanzó de esta forma el anuncio de que se encuentra abierto a acoger empresas e iniciativas dedicadas al desarrollo de inteligencia artificial.
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“Sophia” fue diseñada y construida por la compañía de origen hongkonés Hanson Robotics, en donde se le programó para sostener conversaciones con seres humanos. Sus programadores incorporaron desarrollos tecnológicos modernos como el reconocimiento facial y de voz, la búsqueda de nueva información y el aprendizaje sobre la marcha, pero al mismo tiempo puede considerarse una versión de su antecesora ELIZA, el legendario programa que fue uno de los primeros en pasar la prueba de Turing (conversar con un ser humano sin que éste se dé cuenta de que sostiene una plática con una máquina). En ese sentido, a pesar de todas las escenas sorprendentes que se han visto en medios, puede decirse que “Sophia” está diseñada para generar la ilusión de una conversación, y no tanto para conversar en sí, según lo entendemos los seres humanos.