Por: Ene Pedroza/agencias
Siguiendo la teoría del triángulo del amor del psicólogo estadounidense Robert J. Sternberg, una relación estable necesita la solidez de tres elementos: intimidad, compromiso y pasión. Por eso, cuando en la pareja ya no hay nada que decirse y la relación es fría, distante, sin emociones ni caricias, el sexo encuentra acomodo en cualquier achuchón ajeno. La libido da un portazo y discurre fuera de casa con la misma fluidez que la alegría de una noche con amigos, copas y charleta.Según el último sondeo de Global Sex Survey, realizado por la web Ashley Madison entre 76.000 usuarios de 25 países diferentes, la falta de sexo es lo que incita al flirteo y al amor infiel. La secuencia sigue una lógica, según la psicóloga Diana Resnicoff: la insatisfacción sexual en la pareja desencadena frustración, rabia, baja autoestima y una necesidad creciente de cariño, de sentirse deseado y de saber cómo te perciben los demás. También el Instituto Kinsey determinó que lo que nos arroja a otros brazos es la infelicidad que genera en una pareja no gozar de una vida sexual satisfactoria.El psicólogo Javier Martín Camacho, autor de ‘Fidelidad e infidelidad en las relaciones de pareja’, habla de una sensación de vacío cuando el deseo está ausente. “En algunos casos se intenta llenar poniéndole un poco de vértigo con alguna aventura extramatrimonial. El problema de la rutina y lo cotidiano hace que muchas personas que parecen tener todo resuelto busquen nuevas emociones o intenten ponerle un poco de pasión y emoción a sus vidas”. Dice que en esta búsqueda el infiel siempre se escudará en pensamientos que justifican su actitud: “Es solo sexo”, “será solo una vez”, “cualquiera que estuviese en mi lugar lo haría”. Son frases que conceden a uno mismo el permiso para engañar, anulando la voz de la conciencia y cualquier sentimiento de culpa.
Según publicó Life&Style, la ausencia de relaciones sexuales pudo ser una causa de peso en la separación de Angelina Jolie y Brad Pitt. Pero ¿el mal sexo en la pareja justifica la infidelidad? De acuerdo con Diana Resnicoff, al menos habría que buscar alternativas antes de caer en el engaño:
– Hablar. La comunicación permite expresar nuestros gustos y necesidades.
– Mimar la relación. El buen sexo llega si antes hay afecto, muestras de cariño, roce de piel, intercambio de miradas y placer en la desnudez. “Muchas veces uno o ambos integrantes de la pareja suponen que por haber decidido vivir juntos resulta tácito el amarse y el desearse sexualmente. Error. Una pareja no se mantiene así porque se va olvidando lo más íntimo. Es necesario mantener activa la cabeza, ese órgano sexual tan importante”, aclara la psicóloga.
– Confesar las fantasías que a cada uno le gustaría hacer realidad, buscar puntos en común y comentar qué prácticas serían o no posibles.
– Dejar el resentimiento y buscar motivos de complicidad que empiecen a propiciar el deseo.
– Entender que la tensión sexual que se genera en ciertos entornos (trabajo, amigos, viajes…) no tiene por qué ser siempre resuelta, ni todo lo que uno fantasea tiene que cumplirse. La fantasía alimenta la vida sexual en pareja y no tiene por qué entenderse como una traición.
– Tratar de ver si la falta de deseo se debe a una enfermedad, un tratamiento farmacológico, un momento de estrés o cualquier otra disfunción. Solo así se podrá poner remedio. – Vencer la pereza. La relación en pareja necesita coqueteo, atractivo físico, alegría a pesar de las preocupaciones y contratiempos, cuidado estético, hábitos saludables… El deseo no nace espontáneo.
– Pensar si la búsqueda de nuevas aventuras provoca realmente satisfacción. Martín Camacho recuerda que es posible que las infidelidades empiecen a ser más frecuentes y osadas. “Los estímulos tienen que ser cada vez mayores, más peligrosos y atractivos”.
Si a pesar de estos intentos la sexualidad no encuentra modo de mejorar y si, como dice una letra de Sabina, hay “cada vez más tú, y cada vez más yo… sin rastros de nosotros”, entonces tal vez haya que dar por finiquitada la relación y dejar de hacerse daño mutuamente. “En definitiva -concluye Resnicoff- cuando uno es infiel debe preguntarse a qué o a quién. Aunque la respuesta es individual, casi siempre obliga a replantearse la relación, a barajar y dar de nuevo”.