Los 10 errores fatales de la estrategia política

Porque en política los errores se pagan caro.
Y lo triste es que candidatos y campañas recién lo advierten cuando ya es demasiado tarde y la derrota les pesa como una lápida.

La pregunta inquietante es si tú mismo no estarás cometiendo algunos de esos errores.

No se trata de errores tácticos, de esos que se cometen inevitablemente en toda campaña. La táctica política opera en el corto plazo y siempre sabe de algunos tropezones: un discurso poco feliz, un evento inesperado que se maneja mal, un spot televisivo fallido, un lapsus durante una entrevista, un tweet inadecuado…

Pero la táctica solo define el resultado electoral en el caso de que exista un cuadro equilibrado en materia de estrategia. Porque lo que define la elección es finalmente la estrategia política y su diseño a mediano y largo plazo.

La estrategia es, el cuadro general que incluye todas las variables que verdaderamente están en juego. Y al mismo tiempo es, la carrera de fondo a lo largo de un tiempo políticamente prolongado.

Los 10 errores fatales en  estrategia política son  los siguientes:

  1. Menospreciar al adversario
  2. Atacar sus debilidades
  3. Creer que la política es solo debate de ideas
  4. Confiar más en lo demográfico que en lo psicológico
  5. Desconocer qué emociones busca provocar
  6. Carecer de una imagen visual potente que vertebre la comunicación política
  7. Comunicar solo para la parte racional del cerebro
  8. Dejar lugar para el enojo
  9. Convertir al rival en la estrella de la campaña
  10. Desvanecerse en la complejidad

Veamos con mayor detenimiento cada uno de estos errores.

Estudia científicamente a tu adversario y su electorado

¿Qué debes hacer siempre?

Estudiar a tu adversario con la mayor apoyatura científica de la cual puedas disponer. Y estudiar especialmente a su electorado. No para descartarlos con soberbia sino para comprender cómo viven, cómo piensan, cómo sienten y por qué estarían dispuestos a apoyar a tu adversario y no a ti.

Y junto con eso: monitorear sistemáticamente la campaña que tienes enfrente. Comprender en profundidad cómo operan y cuál es su lógica.

Ataca las fortalezas de tu rival

Algunos contendientes hacen  lo que prescribe el marketing político tradicional: atacar las debilidades del rival.

Pero tu rival no llegó al lugar que ha llegado porque su electorado no perciba esas debilidades sino a pesar de que las percibe. Las personas no son tontas: ven esas debilidades casi del mismo modo que tú las vez. Pero las diluyen y las minimizan con la potencia de las fortalezas que ven. Y lo votan por eso: por sus fortalezas.

Entonces si atacas sus debilidades no lo vas a derrotar porque la clave no está ahí. Lo que tienes que hacer es atacar justo en sus fortalezas, en su línea de flotación. Porque si rompes ahí, pues rompes su campaña.

Parece algo contra intuitivo pero es rigurosamente así.

Coloca tu personalidad en el centro de la escena

‘Sin personalidad eres una mosca’, escribía años atrás el publicista catalán Joaquín Llorente.
Y es cierto. Las personas no votan ideas, votan personas. Seres humanos reales, de carne y hueso, creíbles. Las ideas se encarnan en esas personas, toman su cuerpo, su forma, su fisonomía, su personalidad.

Miguel Ángel decía que su trabajo era descubrir la escultura que se escondía dentro de la piedra. Lo mismo debe hacer un estratega político: descubrir lo más valioso de la personalidad del político y ponerlo en el centro de la campaña.

La psicología manda

Las campañas de los contendientes hacen  lo ‘políticamente correcto’. Apoyados en los elementos del marketing político más tradicional, buscan los segmentos demográficos que serían su coalición ganadora: mujeres, hombres, jóvenes y todo el arco de la diversidad. Sumados son más, claro.
¿O acaso no?

Pues no. Las matemáticas demográficas ya no son operativas para una campaña exitosa. Los datos duros de la sociología o la geografía estallan reventados por los datos blandos de la psicología.

Piénsalo. Dos personas del mismo sexo, la misma edad, la misma profesión, la misma clase social, el mismo nivel de instrucción y el mismo origen étnico pueden vivir en universos diferentes y paralelos.
¿Por qué?
Por su personalidad, sus valores, su estilo de vida, sus pautas de consumo. Ahí están las diferencias. Ahí están las motivaciones. Ahí están los segmentos psicosociales que una campaña tiene que construir.

Lo demográfico sigue pesando lo suyo, claro. Pero la clave de la estrategia política está en los perfiles psicográficos.

2500 años de historia de la psicología tienen algo valioso que decir sobre los votantes. Una estrategia política sin psicología es simplemente una torpeza.

Provoca emociones

Provocar emociones no es crearlas sino despertarlas. Es detectar cuáles son las emociones subyacentes en tu target y activarlas, ponerlas en acción. No las inventas sino que las disparas.

La campaña de los políticos,  están llenas de Emociones, como el miedo y el enojo, que ya existían con independencia de lo que hiciera o dejara de hacer el contendiente político. Pero toda la campaña debe estar  enfocada en colocar disparadores para hacerlas saltar una y otra vez.
Y ya sabes: las emociones son contagiosas. No puedo imaginar un contenido que sea más viral que una emoción.

La decisión de voto se basa en las emociones. La razón viene después a justificar y explicar lo ya decidido.

Construye imágenes con palabras

Debes construir una imagen visual que este dentro del cerebro de sus partidarios, pero también de sus adversarios y hasta de los indiferentes.

Una imagen visual potente es como un caballo de Troya: te coloniza por dentro, se infiltra en tu interior y opera desde allí.

No puedes dejar que tu gran imagen visual de campaña no exista o simplemente aparezca de modo casual durante las escaramuzas tácticas. Esa imagen visual debe estar establecida desde un principio en el centro de tu estrategia política.

El cerebro humano es primordialmente visual, pero nunca olvides que las imágenes más potentes las construimos con palabras.

Comunícate también con el inconsciente del público

Hace más de 100 años que Sigmund Freud descubrió que lo consciente es apenas la parte visible del iceberg y que el inconsciente es el gran gigante sumergido que no vemos pero que en gran medida determina nuestra vida y nuestras decisiones.

Lo racional es en nosotros un islote, importante pero apenas un islote en un océano de irracionalidad. Una campaña que solo le habla a nuestra parte racional es como un mapa que ignora y niega la existencia del océano.

“El camino es fatal como la flecha, pero en las grietas está dios que acecha” escribía en algún lugar Jorge Luis Borges. En las grietas de la política no hay dioses, pero el que acecha es el inconsciente.

El que se enoja pierde

Algunos políticos confunden el ataque y la defensa con el enojo, la ira, la reacción destemplada. Una confusión peligrosa, por cierto.

Tu estrategia política debería decidir por anticipado cuándo, cómo y por qué te vas a defender o vas a atacar. De esa manera el ataque y la defensa serán más un procedimiento quirúrgico que una explosión momentánea. Porque es cosa juzgada que quien se enoja pierde. Siempre.

Mucho antes de enfrentar tu próxima campaña debes decidir qué hacer con tu ira. Primero debes darle un marco estratégico al ataque y la defensa. Y luego deberás adecuar la parte personal. Si eso implica psicoterapia, pues al diván! Y si es un coaching, pues que lo sea. Esto también es estrategia política.

Lo que tienes que lograr es atacar o defender cuando estratégicamente es bueno hacerlo y no cuando te domina la ira. Y hacerlo con calma para que el foco de atención del público no sea tu enojo sino tu ataque o tu defensa en sí mismos. Recortados plenamente sobre un fondo tranquilo.

si no logras manejar tu ira menos vas a poder dirigir tu país. Resuelve eso antes de encarar una campaña electoral.

Brinda soluciones a los problemas de tu target

Para que tus votantes salgan de su casa y concurran a votarte deben sentir que comprendes sus problemas y que puedes ayudarlos a resolverlos.

Eso no lo vas a lograr si ayudas a que tu rival sea la estrella de la campaña.

La estrella de la campaña no debe ser tu adversario ni tampoco tú mismo. Debes ser más protagonista que él, por supuesto. Pero la estrella de la campaña deben ser los problemas principales de tu target y tu oferta para solucionarlos.

¿La batalla por la agenda es estratégica. Se trata de decidir sobre qué se debate. Si el tema son los problemas de tu target, entonces te acercas al triunfo. Pero si el tema es tu adversario, entonces ya perdiste.

Lo que moviliza a las personas son sus propios problemas. Allí está la palanca para que las campañas políticas muevan el voto.

Simplifica para ganar

Lo digo claramente: tienes que simplificar.

Es fatalmente ingenuo creer que eso es faltarle el respecto al intelecto de las personas. Digo más: es muy soberbio creer que es una cuestión de nivel intelectual.

Se trata de otra cosa.
La atención de las personas es el bien más escaso en nuestro tiempo. La atención de todos: de los votantes, de los políticos, de quien lee este artículo y de quien lo escribe. De todos.
Nunca como ahora el ser humano estuvo tan bombardeado constantemente por estímulos de todo orden que demandan su atención. Entonces atendemos de modo parcial, episódico, fragmentario.

En ese contexto las campañas políticas tienen la obligación de comunicar de manera simple.
Cuidado: simplicidad no es tontería ni frivolidad ni simplismo ni superficialidad. En realidad es muy complejo llegar a comunicar de manera simple. Pero hay que hacerlo.

Simplicidad en los temas, en la comunicación, en los procedimientos, en las ideas.
Que sea simple, por favor.

¿Quieres ganar?
Comienza diseñando una estrategia política que sea simple. Y una comunicación política que también sea simple.
Aunque sea difícil lograrlo.

informacion maquiaveloyfreud

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